jueves, 17 de julio de 2014

La Adoración espiritual, anticipo de la Gloria de Dios (Rev. Luis M Ortiz)

Rev. Luis M. Ortiz: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad… teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo… somos transformados de gloria en gloria.” 2 Corintios 3:17; Hebreos 10:19; 2 Corintios 3:18.




El apóstol Pablo con su sin igual maestría, y bajo la unción del Espíritu Santo hace un estupendo análisis de la adoración bajo el antiguo pacto, y establece una maravillosa comparación entre aquella adoración y la adoración bajo el nuevo pacto.
En este acabado análisis el cual se encuentra registrado en el tercer capítulo de la segunda epístola a los Corintios, muy fácilmente se puede notar todas las diferencias, impedimentos y limitaciones de aquella adoración.
IMPEDIMENTOS EN LA ADORACIÓN MOSAICA. Declara Pablo que aquella era una adoración cuyos cánones estaban escritos con tinta en tablas de piedra. Una adoración en la cual el adorador se creía suficiente en sí mismo, careciendo por lo tanto de la ayuda e inspiración del Espíritu Santo; una adoración regida por la letra de un pacto antiguo; una adoración objetivada por la muerte, y cuya gloria había de perecer; una adoración bajo una ley de condenación; una adoración obstaculizada por un velo, indicativo de su insuficiencia y de su futura abolición; una adoración que por sus muchos impedimentos mas bien embotaba los sentidos del adorador.
LIBERTAD EN LA ADORACIÓN ESPIRITUAL. Contrastando la adoración bajo el antiguo pacto la cual era regida por la letra; por la adoración bajo el nuevo pacto la cual es regida por el Espíritu Santo. Pablo comienza diciendo que esta es una adoración espiritual escrita por el Espíritu en el corazón del adorador; que la suficiencia y la inspiración en el adorador viene de Dios mismo, una adoración espiritual y vivificante; una adoración ministrada por el Espíritu de Dios; una adoración justa, gloriosa y permanente; una adoración llena de esperanza y de confianza; una adoración libre de todo velo y obstáculo, libre de todo velo e impedimento. “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”, y “teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo” (2 Corintios 3:17; Hebreos 10:19), y adorar en la presencia de Dios. Esa adoración espiritual o en el espíritu, viene a ser como un anticipo de la gloria.
LA VERDADERA ADORACIÓN ES INSPIRADA POR EL ESPÍRITU DE DIOS. Estando presente el Espíritu de Dios en la adoración, el adorador gozará de la libertad en el Espíritu Santo para entrar en el santuario en los Cielos a llegarse confiadamente al trono de la gracia de Dios y contemplar la hermosura de su gloria. Eso es, pues, la verdadera adoración, es la contemplación reverente de la gloria y de la presencia de Dios. David dijo: “Que esté yo en la casa de Jehová… para contemplar la hermosura de Jehová” (Salmo 27:4), en la contemplación y admiración de la gloria de Dios, el alma está sobrecogida de santo temor, el espíritu humano está disfrutando de su más grata y profunda satisfacción, como también de su más alto privilegio, los labios se mueven trémulos expresando el lenguaje del alma: “Santo, santo, santo, Señor Dios todopoderoso, toda mi vida está llena de tu gloria”.
LA ADORACIÓN ESPIRITUAL O LA VERDADERA ADORACIÓN ES EL DISFRUTE DE LA GLORIA DE DIOS. La adoración en el espíritu es el disfrute de un anticipo de la gloria de Dios, el adorador se ve rodeado de una aureola de gloria, y en la contemplación reverente y adorante de la hermosura y de la gloria de Dios “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).
UNA VIDA DE ADORACIÓN ES UNA VIDA DE GLORIA ANTICIPADA. Todo lo que tocamos, o vemos o experimentamos se torna glorioso. Lo vemos y lo recibimos a través de la aureola de gloria que nos rodea. Vivimos en un ambiente de luz y resplandor. Porque nos ha resplandecido “la lumbre del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4); “porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6).
Y en esta vida de adoración, de resplandor, de luz, de iluminación, y de gloria anticipada, “estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos… De manera que la muerte actúa en nosotros y en vosotros la vida” (2 Corintios 4:8-10, 12).
Cuando vivimos una vida de adoración a Dios en medio de las circunstancias más difíciles “no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior empero se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:16-17). Los nubarrones de tribulación se tornan en resplandeciente gloria, decididamente la vida vivida en un ambiente de verdadera adoración espiritual es un anticipo de la gloria venidera.
Quien vive una vida de adoración constante, vive una vida en un ambiente de gloria, porque cuando adoramos a Dios inspirados por el Espíritu Santo, nos remontamos sobre todo lo terreno y lo humano para gozarnos en la contemplación de la gloria y la hermosura de Jehová.
Según estos versículos, quien se ve angustiado, desesperado, desamparado, o se siente perecer, es porque le falta vivir en un ambiente de gloria, y este ambiente de gloria solamente puede ser conseguido por medio de una adoración genuinamente espiritual, es decir en el espíritu. “Y donde está el Espíritu del Señor (para inspirar la adoración), allí hay libertad” y “teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo (santuario)” para adorar a Dios, lleguémonos “confiadamente al trono de la gracia” y así “nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:17; Hebreos 10:19; 2 Corintios 3:18).
Ciertamente la adoración espiritual es una participación y un anticipo de la gloria venidera que en nosotros ha de ser abundantemente manifestada.
Vivamos en un ambiente de gloria por medio de una adoración en el espíritu. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).
Amigo, deseas adorar a Cristo en espíritu y en verdad, recíbele en tu corazón en estos instantes.

La confianza de Policarpo (Rev. Luis M Ortiz)

Policarpo, fue quemado como mártir en el año 155 D.C. Poco antes de su muerte, exclamó: “Por ochenta y seis años he servido a mi Rey, quien me ha salvado, y Él nunca me ha hecho mal. ¿Cómo piensa usted que yo pueda blasfemarle?”


Policarpo fue pastor en Esmirna, conocida hoy como Izmir, en Turquía. Probablemente él era el pastor, “el ángel” de la Iglesia en Esmirna, cuando las cartas a las iglesias fueron dirigidas en los capítulos dos y tres del Apocalipsis.

Ireneo, un famoso discípulo de Policarpo, escribió que éste siendo joven había conocido y estado en contacto con el apóstol Juan. Policarpo fue el último de los pastores vivientes que conoció a alguno de los apóstoles del Señor. Fue como el eslabón entre la Iglesia Apostólica y la Post-Apostólica. Fue la figura más importante del segundo siglo del cristianismo en el Asia Menor. Fue un gran defensor de la sana doctrina, lucho contra los valentianos, unos grupos secretos que reclamaban ser salvos exclusivamente por medio de su misterioso conocimiento espiritual; combatió a los gnósticos que decían que la encarnación, muerte y resurrección de Cristo, todo fue un fenómeno imaginario que solo tenía valor mitológico.

El martirio del fiel y valiente Policarpo se produjo en el año 155 D.C. Este documento es reconocido por todos como auténtico. A continuación un extracto de este relato:

“Cuando Policarpo supo que era buscado, no quería huir de la ciudad, pero en atención a los hermanos, accedió a ir a la casa de una granja cerca de la ciudad. Allí dedicó tiempo a orar por los hermanos y las iglesias, como era su costumbre. Mientras oraba tuvo una visión, y vio que su almohada ardía bajo su cabeza. Luego dijo a sus hermanos que con él estaban, que esto significaba que habría de ser quemado vivo. Más tarde llegaron los perseguidores y Policarpo estaba en una habitación alta, desde la cual podía haber escapado, pero no quiso hacerlo, diciendo: ‘Sea hecha la voluntad de Dios’. Policarpo bajó las escaleras y saludó a sus perseguidores, quienes quedaron impresionados por su tranquilidad (CONFIANZA EN DIOS) y se preguntaban entre sí, por qué arrestar tan venerable anciano. Policarpo ordenó a los hermanos que les sirviera de comer los que ellos quisieran, y les pidió que le excusaran mientras él oraba una hora. Estaba tan lleno de la gracia de Dios que estuvo dos horas orando, y algunos de sus perseguidores se arrepintieron de la encomienda que les fue asignada.

Cuando terminó de orar lo montaron en un asno, y le trajeron ante el jefe de la guardia de la ciudad, quien a su vez lo montó en su carruaje, y lo sentó entre él y el padre de éste, rumbo al procónsul. Entre ambos comenzaron a tratar de disuadirlo de la fe cristiana, y le decían: ‘¿Qué mal hay en decir que Cesar es el Señor?’ Policarpo se mantenía en silencio (CONFIANDO EN DIOS), pero ante la insistencia de ellos, les dijo: ‘¡No tengo ninguna intención de seguir sus recomendaciones!’ Cuando notaron que era inútil tratar de hacerle cambiar, encolerizados, entre ambos lo lanzaron del carruaje, y se lesionó sus piernas.

Él no se regresó a su casa, sino que siguió hacia la arena (CONFIADO EN DIOS) lugar donde la multitud rugía. Cuando Policarpo entraba en el coliseo, oyó una voz del Cielo que le decía: ‘Policarpo, se valiente’. Algunos cristianos que estaban cerca escucharon la voz. Fue presentado ante el procónsul romano Statius Quadratus. Se le pidió que se identificara, lo cual hizo, y el procónsul hizo otro esfuerzo para que cambiara de parecer diciéndole: ‘Profana a Cristo y te dejaré ir’. Policarpo responde (CON PLENA CONFIANZA EN DIOS): ‘Por ochenta y seis años he servido a mi Rey, quien me ha salvado, y él nunca me ha hecho mal. ¿Cómo piensa usted que yo pueda blasfemarle?’.

¿Por qué no persuade a la multitud? – sugirió el procónsul. Policarpo respondió: ‘A usted yo le hablo, pues hemos sido enseñados a honrar a los príncipes y a las autoridades establecidas por Dios, siempre que nuestra condición espiritual no sea herida. Esta multitud no se merece escuchar ninguna defensa de mi parte’.

El procónsul contestó: ‘Tengo bestias salvajes y te llevaré a ellas si no te arrepientes’. La respuesta de Policarpo fue: ‘Tráigalas, nosotros no estamos acostumbrados a arrepentirnos del bien para hacer algo malo’. –‘Tal vez prefieres el fuego, ya que desprecias las bestias’ – replicó el procónsul. –‘Su fuego arde por un momento y luego se apaga, pero hay otro fuego del cual usted nada conoce. ¿Qué espera? ¡Haga lo que usted quiera!’, - respondió el anciano Policarpo.  Pasmado, Statius Quadratus envió su heraldo al centro del coliseo a proclamar tres veces: ‘¡Policarpo ha confesado que él es cristiano!’.

La enloquecida multitud comenzó a vociferar demandando que Policarpo fuera quemado vivo, y la demanda de la multitud fue escuchada. Centenares de personas comenzaron a reunir madera, leña y cuanto pudiera ser usado como combustible.

Cuando la pila funeral estaba lista, Policarpo se quitó su ropa, incluyendo sus sandalias. Iban a clavarlo en la estaca, pero él dijo: (CONFIADO EN DIOS) ‘No me claven. El que me da fortaleza para soportar el fuego, también hará posible para mí permanecer en las llamas sin moverme, sin que tengan que clavarme’. De modo que no lo clavaron, sencillamente le ataron las manos detrás de él. Entonces levantando sus ojos al cielo, dijo: ‘Te doy gracias que me has tenido por digno de este día y hora… te alabo, te bendigo, te glorifico por medio de Jesucristo… Amén’.

Cuando él dijo amén, terminando su oración los hombres a cargo de encender el fuego, procedieron a encenderlo y una inmensa llama se levantó”.

Este es el reporte del martirio de Policarpo… un ejemplo grandioso de una fe robusta en el Señor.

miércoles, 16 de julio de 2014

Amor y Fuego. (Rev. Luis M. Ortiz)

“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor… porque nuestro Dios es fuego consumidor.”  1 Juan 4:8; Hebreos 12:29.



En las Sagradas Escrituras hay dos declaraciones con respecto a Dios que parecen contradecirse, que parece imposible que se refieran a una misma persona, la primera es “DIOS ES AMOR” y la segunda “DIOS ES FUEGO CONSUMIDOR”.
Es fácil entender la primera declaración de que “Dios es Amor”, pero es algo difícil entender la segunda de que “Dios es Fuego consumidor”, y luego es mucho más difícil entender que Dios sea al mismo tiempo AMOR y FUEGO CONSUMIDOR.
Desde luego la manifestación por excelencia del amor de Dios es la de enviar a su propio Hijo, nuestro Señor Jesucristo, a este miserable mundo de pecado y de maldad, a dar su preciosa vida en rescate por la corrompida y perdida humanidad. Dice el texto sagrado: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). También dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1). También afirma la Escritura: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
De modo que es bien claro, es bien comprensible la verdad de que Dios es Amor, lo que para algunos resulta difícil de comprender es la otra verdad de que Dios es Fuego consumidor. Algunos no pueden comprender esto, pero una de las más generalizadas es los falsos conceptos que muchos se han formado de Dios, conceptos que ellos mismos se han formado, o conceptos que le han hecho o le han llevado a formar las creencias y religiones que profesan. Muchos tienen un concepto muy liviano acerca de Dios.
Un concepto muy convencional para ellos, si Dios existe, existe allá en el ignoto espacio, y Dios allá y ellos acá. Ellos le dan a Dios la forma, la modalidad que ellos apetecen, pretenden hacer de Dios su juguete, y desde luego ellos se hacen la idea de que Dios, o el Dios del concepto de ellos tiene que responder a todos sus caprichos, a todos sus antojos sean buenos o malos. No conforme con todo esto hasta pretender castigar a Dios cuando a ellos les parece que Él no ha respondido como debe, o no van a la Iglesia, o no van a misa, o no dan limosna, o no hacen sus devociones en represalia a su Dios.
Hacen más o menos, como aquellos que habiendo traído a su santo las frutas, el dinero, el ron y el tabaco; y viendo que su santo no les concedió lo que le pidieron le quitan las frutas, el dinero, el ron y el tabaco, lo tornan de bruces y le propinan tremenda paliza; el santo tiene que soportar todo eso, porque para eso es santo. Y todas esas ideas descabelladas, quieren también enviárselas a Dios, para ellos Dios es Amor, pero no para aceptar todo lo que representa o lo que ofrece ese amor, la salvación del alma, el arrepentimiento; sino que para ellos Dios es Amor, es para que Dios soporte, tolere, se haga de la vista larga, ignore los pecados de ellos, sus impiedades, sus injusticias, sus vicios, etc.
Y cuando se les habla de que Dios es Fuego consumidor se alarman, se ofenden, se violentan. El Dios del concepto de ellos es un Dios muñeco, un dios maniquí, un dios imbécil; es cierto que Dios es Amor pero aquellos que menosprecian, desprecian, o rechazan ese amor se colocan fuera del alcance de ese amor, y por ese mismo gran amor que ellos han rechazado Dios tiene que excluirlos, consumirlo, pues el pecado al final será juzgado, castigado, y excluido de la creación del universo y solo existirá en el lago de fuego ardiendo con azufre donde estarán para siempre el diablo, los demonios, y todos los mortales que no creyeron, ni obedecieron al Evangelio, rechazando así el gran amor de Dios manifestado en la cruz del calvario, en la persona de nuestro Señor Jesucristo. Si Dios dejara que los pecadores fueran al Cielo, el Cielo dejaría de ser Cielo.
Dios en su amor para lograr un nuevo inicio en la raza que se había corrompido a lo sumo, destruyó al mundo con un diluvio. Dios en su amor como salgando la manzana podrida del barril, destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra. Dios en su amor abrió el mar Rojo en seco para que pasara el pueblo de Israel, y los que rechazaron ese amor perecieron allí mismo. Dios en su amor envió a su Hijo al mundo, los que le aceptan son salvos, los que le rechazan ya están condenados.
Amigo mío, Dios es Amor y es Fuego, amor perdonador y fuego consumidor. No hay nada de contradictorio en esto, Dios es santo y justo, y no dará por inocente al pecador. Tú determinarás si abrigas en su amor, o te pones en su fuego, ¿qué harás?

La Familia Cristiana

¿Hasta qué punto cambia las cosas el que procedamos de una familia cristiana? Un estudio sobre les descendientes de Jonathan Edwards y los de Max Jukes ilustra la posibilidad de una gran diferencia.

Jonathan Edwards fue un teólogo, pastor congregacional y misionero para los nativo americanos durante la época colonial, mayormente conocido por su sermón “Pecadores en las manos de un Dios airado”. Cuando se hizo el estudio tenía 1,394 descendientes de su matrimonio con Sarah, también cristiana. Entre estos descendientes había 100 predicadores y misioneros, 100 abogados, 80 funcionarios públicos, 75 oficiales del ejército y la marina, 65 profesores universitarios, 60 escritores prominentes, 60 médicos, 30 jueces, 13 rectores de universidad, 3 senadores de los Estados Unidos, 1 Vicepresidente de los Estados Unidos, y 295 graduados de universidad, algunos de los cuales llegaron a ser gobernadores y ministros enviados a otros países.
Max Jukes era ateo declarado y llevó una vida impía. De los 540 descendientes que se le conocen, 310 murieron en la indigencia, 150 fueron delincuentes, 100 fueron alcohólicos; 7 fueron asesinados, y más de la mitad de las mujeres ejercieron la prostitución.
Aunque nadie puede garantizar que todo el que se críe en un hogar cristiano seguirá a Cristo y llevará una vida piadosa y fructífera, la Palabra de Dios sí nos asegura que quienes sigan los designios de Dios para el hogar, experimentarán sus bendiciones.
En esta unidad subrayaremos que Dios tiene un plan para la familia. Aprenderemos que los hijos son una bendición suya, y que los padres tienen la responsabilidad de criarlos y educarlos.
Una causa de problemas en muchos matrimonios y muchas familias es el dinero. Si las familias aplicaran principios bíblicos para el manejo del dinero se evitaría muchos de los problemas que destruyen hogares. Se confiaría más en Dios para la satisfacción de las necesidades.
La buena comunicación es esencial para una sana vida familiar. Esta comienza con nuestra decisión de escuchar. Cuando enseñe esta unidad, adapte las secciones para que reflejen la situación en que se encuentran sus alumnos en la vida. Ayúdelos a aplicar la Palabra a esa situación.

Peleando la buena batalla de la fe (Rev. Gustavo Martinez)

“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día…” 2 Timoteo 4:7-8.

Muchas personas que empiezan este camino, aparentemente son fieles un tiempo, y hasta prosperan en lo que hacen, y le hacen creer a todos los demás que fueron hombres y mujeres de Dios, pero por los frutos uno se da cuenta que han desistido, que se han desviado, se han descarriado, que se salieron del camino, porque fueron tras el lucro, fueron tras las ventajas personales, su mirada estuvo aquí en lo terrenal. El Señor dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame” (Marcos 8:34). “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62).
El apóstol Pablo tuvo que escribir esta carta y yo creo que con tristeza, no por el hecho de que estaba a punto de ser sacrificado, sino de ver a tantos que se iban y aquí en particular nombra a Demas, uno que había sido su colaborador, su ayudante, su compañero de milicia, uno que había trabajado al lado de hombres de Dios, de hombres fieles. Pablo dice: “Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo…” (2 Timoteo 4:10).
El apóstol Juan dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo” (1 Juan 2:15). El que ama el mundo no puede permanecer para siempre, la Biblia dice: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17). El apóstol Pablo es buen ejemplo de perseverancia, de fidelidad, de constancia, es un hombre que se atrevió a decir: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1); él se propuso a seguir las pisadas del maestro.
Pablo también dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios” (Gálatas 2:20); “pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo…” (Filipenses 3:7-9).
Este hombre desde el momento de su conversión entendió que lo que antes seguía era una religión. Un resplandor del cielo vino sobre él, y cayó en el piso y tuvo que reconocer que se había encontrado con el Señor, e inmediatamente le dijo a Dios: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:6). En otras palabras: “Aquí estoy, me rindo y me dispongo a tu servicio, ¿en qué puedo serte útil? Aquí estoy para servirte”.
Pablo dice: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:6-7).
Por eso también dijo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?… ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35-39). Cuando se pelea contra los poderes del infierno, contra el mundo y la carne, esa es la batalla que hay que pelear, no hay que pelear a favor del mundo, ni en contra de la sana doctrina. El apóstol está diciendo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera”.
Luego dice: “He guardado la fe”, he guardado la Palabra, he honrado a Dios, he sido fiel a Dios. Y continua diciendo: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, Juez justo en aquel día, y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:8). Pablo no era el único, habían muchos que no claudicarían, que no importaba la persecución, que no importaba si les iban a cortar la cabeza, que no importaba lo que viniera en contra de ellos, serían capaces de llegar al final honrando a Dios y honrando Su Palabra, teniendo un final dichoso.